Un cigarrillo, dos cigarrillos… stress, la mente bloqueada. Aun así borrar ciertos sucesos de mi mente me es imposible. Memorias borrosas permanentes que me torturan día tras día. Amanecí desnuda, sin fuerzas en una cama desconocida. Corrí y la puerta estaba abierta. Para mi chocante asombro estaba muy cerca de mi casa, sentí alivio por un momento. Desesperada me recosté en mi cama y el sueño venció mi cuerpo y mente que intentaba reponer el rompecabezas que en ella habitaba. Como flash de fotografía veía imágenes… Yo bailando, yo con un Martini en la mano, yo hablando con desconocidos, yo desnuda y sin saber como había llegado allí. El aliento me faltaba mientras soñaba. Las imágenes en mi cerebro las veía una y otra vez como una película en repeat. Pero faltaba un pedazo de la cinta. Como recordarlo, como olvidarlo. Pensé cosas terribles, imagine aun peores. Y vi lo que tanto temía, tres cuerpos desnudos sin rostro encima de mí. No pude dormir, me levante, enterré mi cuerpo en la bañera. Mientras el agua recorría mi cuerpo los retratos venían una y otra vez. Las lágrimas se confundían con el agua sucia que recorría mi piel. Mis gritos llevaban dolor, misterio, desesperación ante lo no conocido, pero no me caracterizaba por ser una joven débil. Salí me vestí y fui a caminar. Un café en este momento era lo que necesitaba para controlar mis nervios desordenados. Sorbí de aquella caliente bebida y al bajar por mi garganta apreciaba el alivio, la calma momentánea. Momentánea por que al terminar y levantarme tropecé con aquel hombre. Al sentir su intencional roce, recordé, lo vi. Con él era que hablaba en aquel bar, vi nuestra conversación, vi sus amigos a mí alrededor, vi las cervezas, los martinis y los shots de tequila sin limón. El me miro fijamente a los ojos, los del estaban aguados y salió corriendo. Yo emprendí mi vuelo detrás de aquel desconocido que sabia podría esclarecer mis memorias. Lo detuve con fuerza y de su boca tan solo pudo salir un “Lo siento”, “Yo no quería hacerlo”, “ no te toque lo juro”. Caí al suelo con un peso de 500 libras en mis hombros, no pude controlar mi llanto. El me repetía lo siento, lo siento. Saque ánimos de donde no los había y le dije que sientes, dimeee que es lo que sientes? Porque ruegas por un perdón, si no se ni de que me hablas. El me arrulló en sus brazos y me recogió del suelo. Me juro que me explicaría todo, que confiara en el. Como puedo confiar en él si no se quien es, que hacia ayer conmigo? Pero accedí a hablar con él. Le pregunte su nombre para mi asombro uno muy bonito, se llamaba Alejandro. Y ahí comenzó mi tortura. Me conto que estábamos en un bar hablamos, bebimos muy a gusto. Uno de sus amigos llevaba un tipo de drogas que deja inconsciente a las personas. Fueron al baño del lugar y lo planearon todo. El se opuso desde el principio pero le hicieron caso omiso. Conocían un departamento abandonado en buenas condiciones y amueblado cerca del lugar. En uno de los martinis vaciaron la droga, casi me arrastraron a un automóvil. Mientras él me contaba mi mente esclarecía. Era una BMW negra, tintes oscuros, asientos en piel. El apartamento, la cama, recordé los rostros de los tres hombres y allí no estaba la cara de Alejandro. Me explico que intento ayudarme pero sus “amigos” lo amenazaron con algo muy personal. El me relato como me quitaron la ropa y se bebía las lágrimas mientras me contaba las partes más horribles. Los 3 me habían ultrajado. No dejaron ni un lugar de mi cuerpo sin que sus lenguas asquerosas me lamieran, no dejar pedazo de piel sin el roce rudo de sus manos, sus miembros recorrieron cada abertura oscura y cálida de mi anatomía, dejando sus hijos no vivos esparcidos en mis senos, en mi fisionomía. Llevándose con ellos cada hilo de inocencia que quedara en mi. Aun dolida y destrozada mi cuerpo buscaba un abrazo y Alejandro me lo brindo, mientras al oído me preguntaba cual sería mi siguiente paso? Mientras me rogaba que lo perdonara por no haber sacado valor para defenderme de aquellos monstruos muertos del hambre sexual. En sus brazos sentí paz en medio de aquel ciclón que a mi vida llegaba. Le dije que no podía pensar, que me acompañara a mi casa. Ya en mi hogar algo me decía que no lo dejara ir, que lo invitara a pasar y así fue. Me dijo que me acompañaría, que me diera una ducha mientras él me cocinaba algo. Me duche, me puse una camisilla y un pantalón de algodón largo. Me acurruque en el sofá de mi sala, comimos pasta y el cansancio me vencía. Se iba a levantar para irse, aguante su brazo y le rogué que no me dejara sola. Todo un caballero, me dijo que no lo haría. Por primera vez pude ver sus ojos verde claro, su tez era blanca, de cabello corto, cuerpo bien formado, cara juvenil. Me abrazo y allí quede dormida en sus fuertes brazos. Día tras día, estuvo conmigo, decidí no presentar cargos, pero no podía ir a trabajar todavía, el tampoco fue. No me dejo sola ni un segundo. En una semana sabia mi vida y yo la del. Vimos películas, comimos, bebimos vino tinto, jugamos, dormimos. Asombrada de mi conducta ya no pensaba en aquella horripilante noche, solo podía pensar en Alejandro y en lo bien que me hacía sentir estar cerca de él. Miraba tras la puerta del baño mientras secaba su cabello al salir de la ducha, vi como se ponía su camiseta después de que mi toalla rozara su espalda, como sus piernas entraban lentamente en aquel pantalón, enloquecía. Quería decirle tantas cosas que provocaba en mí, pero algo me aguantaba. Esa noche bebimos 3 botellas de vino, entre la borrachera y mis deseos reprimidos, lo único que gritaba mi cuerpo era… sexo. Recostados del piso nos miramos fijamente a los ojos, removió el cabello que yacía en mi frente, acaricio mis mejillas, beso mi frente y yo… petrificada. Queriendo hacer miles cosas y no podía ni controlar mis extremidades. Pero encontré la fuerza me senté, lo atraje a mí y bese aquellos dulces labios. Recorrí cada centímetro de su piel con mis dedos, observe su aliento, su belleza, oía su corazón palpitando fuerte, su acelerada respiración, sentía en mi boca como la suya se hacía agua, como nuestras salivas se mezclaban congeniando perfectamente. Sus manos recorrían las mías. Sus besos llenaron mi epidermis de electricidad. Lentamente removió mi camisa, soltó mi cabello, bajo mis pantalones y con ellos mi ropa interior. Desnuda bajo la clara luz de la luna que entraba por mi ventana, sentía desesperación de sentir su hombría dentro de mí. Y desnude su cuerpo, asombrosamente perfecto, no musculoso, no desnutrido… simplemente perfecto. Rodamos por el suelo mientras nos besábamos. Lamio mis pechos cual niño sediento de leche. Bebió de mi manantial cual hombre que corrió el 10K. Allí estaba el recostado del piso y yo encima del. Movimientos lentos, suaves, tiernos, comenzaron mi gran sección de sexo con Alejandro. No apartaba la mirada de mis ojos, derritiéndome cual chocolate debajo del calor del sol. Nuestros cuerpos se confundieron en uno. Los movimientos iban acelerándose y con ellos, mas altos mis gemidos. Alcanzaba perfectamente mi punto G, y hasta el Z si existiera. Mordía mis labios, gritaba, hasta lágrimas brotaban de mis ojos. Era rico, dotado de hermosura, maravilloso. Congeniamos como el pan y el vino. Después de largos minutos de hacer el amor con aquel hombre sentía deseos de culminar con el dentro de mi sexo. Halo mi cabellera me atrajo hacia él y en mi oído susurro que quería terminar. Le grite con todas mis fuerzas que lo hiciéramos juntos y en una mezcla de gritos, movimientos rápidos luego lentos estallamos. Paz irradiaban nuestros poros. De ese maravilloso sexo no me canso y hoy termino mis letras para correr tras del que me espera en la cama, mientras tú lees, yo me gozo a mi Alejandro.
Por: Muñeca Delgado de Jesús
30 de marzo de 2010
4:09pm
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